martes, 6 de enero de 2015

Todos los caminos llevan a Roma

Todos los caminos llevan a Roma podría servir para describir nuestro cometido. De ahí que todos nuestros ejercicios se guíen por la estrella de la escritura.
En esta ocasión hemos tomado la senda de la recreación, aunque se ha dejado libertad de elección del texto a imitar. Otro día, tal vez, no habrá opciones.
Aquí dejamos algunos ejemplos.


little red riding hood and the birdCAPERUCITA ROJA - I

Érase una vez, no hace mucho tiempo, en una gran ciudad, vivía en una pequeña casita una niña de once años, llamada Anabel. Su familia era humilde, y apenas podían llegar a fin de mes.
A la niña la llamaban Caperucita Roja, ya que casi siempre llevaba un viejo chaquetón de color rojo chillón.
Un día su madre le dijo que, ya que su abuela acababa de salir del hospital, le llevara un ramo de rosas, unos bombones y un poco de dinero para poder comer.
Antes de salir de casa, la madre le dijo a Caperucita que, ya que vivían en una inmensa ciudad, que no hablara con ningún desconocido y que tuviera cuidado con los coches. La niña asintió y colocó las cosas en una pequeña mochila azul.
Salió de casa muy contenta, escuchando música en su MP3, cuando se paró a atarse un cordón de la bota. Al subir la cabeza, se encontró con un hombre calvo y grande, con unas largas barbas, y además iba fumándose un cigarrillo.
El hombre le dijo hola a Anabel, y ella, muy confiada, le respondió: -Hola, ¿quién eres?-. Hablaron durante unos minutos y el señor le preguntó si quería que la llevara en coche a donde quisiera ir. Caperucita le contestó con un rotundo no, porque iba a casa de su abuelita que se encontraba en el bloque "Barcelona, número 13".
 Caperucita cometió un grave error al decirle eso...
Sin decir nada, el hombre cogió su coche y se dirigió rápidamente al bloque del que le había hablado la niña. Al llamar al timbre sólo tuvo que decir: -Soy Anabel-, para que la inocente abuela le abriera.
Enseguida, al darse cuenta de que no era su nieta, la anciana se desmayó.
Aquel hombre se enfadó mucho, ya que ahora no le podría decir dónde guardaba sus ahorros.
El ladrón comenzó a buscar por aquel humilde pisito, pero no encontró nada. Entonces pensó en amenazar a Caperucita cuando llegara.
Al cabo de un rato, sonó el timbre. Era Anabel. El hombre cogió el telefonillo del portero automático y dijo con voz distorsionada:-pasa, hija, ¡pasa!
La niña enseguida se presentó allí, y lo primero que vio fue a su abuelita tirada en el suelo. Se asustó muchísimo. Entonces salió el hombre y le dijo a la niña:
- O me dices dónde está el dinero o mato a tu abuela...
赤ずきんとオオカミ-  ¡No!, por favor... Creo que está en el cajón del tocador.
- Más te vale niña, porque como no sea así, os voy a matar a ti y a tu abuelita.
El hombre miró  allí y tan sólo había monedas sueltas.
-Muuuuy bien niñita, ¡vete despidiendo de tu abuela y de la vida!
-¡No, nooo, no me mates!
fairy tale hunter cartoon illustrationMientras tanto, por la calle, pasaba un obrero que escuchó los gritos de Caperucita. Subió las escaleras a toda prisa, tiró la puerta del piso y allí vio a la abuela inconsciente y a Anabel a punto de ser asesinada por aquel hombre con una pistola. El obrero fue rápidamente a la cocina, cogió un cuchillo y se lo clavó en la espalda al ladrón. Acto seguido, llamó a la policía, que llegó al instante.
La abuelita se despertó y la llevaron al hospital de nuevo.

Caperucita, muy asustada, dio un beso a su abuela y fueron felices para siempre.

LUCÍA NARANJO (2 ESO A)

CAPERUCITA ROJA - II

Nunca imaginé que un chocolate pudiera traer tantísimas aventuras y problemas, pensé mientras sostenía la última onza que quedaba en la cesta de mi tienda, entonces recordé lo sucedido hace 20 años:
dark chocolateMi madre era la dueña de una pequeña tienda de chocolates situada en el dentro de Bruselas. Era muy conocida, incluso llegaban turistas aconsejados por personas de la ciudad, preguntaban dónde se encontraba ese exquisito chocolate que tanto caracterizaba a esa ciudad.
Todos decían que algún día heredaría esa tienda, aunque yo sólo quería vivir aventuras, hacer cosas que no fueran comunes, atípicas, llenas de adrenalina y sobre todo divertidas…tan sólo ser diferente y no igual a todos. Mi madre en cambio no pensaba lo mismo. Ella no tenía en su lista de “cosas que hacer” practicar surf o hacer puenting. Me daba consejos y no dejaba de repetirme que empezase a tomar las cosas en serio, que no me fiara de nadie, que nada es lo que parece…
Me parecía que exageraba un poco y que no me comprendía. Cuando me pasaba esto iba a visitar a mi abuela, mi querida abuela. 
Cappuccetto Rosso preoccupata per la nonna
Cada vez que iba hasta su casa, que estaba a las afueras de la ciudad, recuerdo que me ponía una caperuza roja que ella me tejió. Cada vez que me veía con ella se ponía muy feliz y  en su cara aparecía una pequeña sonrisa; al final esa caperuza roja se convirtió en mi prenda favorita y la cual usaba en vez de anoraks o abrigos. Finalmente la gente me reconocía por llevar esa caperuza y todos comenzaron a decirme Caperucita roja.
Mi abuela me comprendía, pero, después de que yo me tranquilizara contándole todo, me decía que mi madre no se equivocaba, tarde o temprano me daría cuenta de esos consejos.
Después de esto cada una nos comíamos un trozo de chocolate que yo traía en mi cesta de mimbre, ese chocolate era el único de toda la tienda que hacía mi madre, tenía una receta única y más de una vez intentaron averiguar el secreto.
Una tarde mamá me dejó a cargo de la tienda mientras salía a comprar. Nunca pensé que esa tarde que me parecía tan aburrida iba a convertirse en toda una aventura.
Cuando ya iba a cerrar la tiendecilla, un hombre vestido con caras pieles y gafas de sol grandes, entró. Me parecía un tanto extraño y dio cierto miedo, así que cuando me pidió el chocolate casero que hacía mi madre le mentí y cuando se fue cogí todos los chocolates, los metí en mi cesta de mimbre y salí lo más rápida que pude a casa de mi abuela. Por el camino veía que ese señor me perseguía y comencé a correr, me metí en una calle sin salida y cuando estaba a punto de darle los chocolates simplemente por temor, la policía apareció.
Al parecer era uno de los mafiosos más buscados por la ley y quería robar la receta de mi madre para sacar algo de dinero y coger un vuelo a Brasil para que la policía no lo pillara.
Il cacciatore con la pelle del lupo di Cappuccetto RossoHice caso al consejo de mi madre, que no me fiara de nadie, ya que nada es lo que parece y así salvé al oficio por el cual teníamos un plato de comida todos los días en la mesa y hoy día la tienda la llevo yo, siguiendo la misteriosa receta.

Mª José Medina del Valle.  2º ESO A.

2 comentarios:

  1. Muy bonito maria josé.

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  2. Niñodeprimeroesoiestorredelrey29 de enero de 2015, 9:46

    María josé, lucía así se escribe guapaaas. Unos cuentos muy bonitos y muy sinceros. MUY BIEEEEN
    Un saludo

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