Volvemos con más cuentos de temática navideña.
Nos gusta decirles a todos que A PESAR DE TODO LA GENTE ES BUENA.
El mejor premio es compartirlo
Solía pasar mis Navidades en familia. Me encantaba. Era como
aquellas veces en las que esperas algo impacientemente y hasta puedes llegar a
obsesionarte por su llegada. Siempre quería ayudar a prepararlo todo para
cuando llegaran. Era una sensación de amor de familia que cada año repetíamos
con gusto.
Tenía un hermano mayor, mis padres y mi abuelo, y, aunque
fuera una familia pequeña me bastaba y me sobraba con ellos, era demasiado
feliz, me hacían sentirme así. También me emocionaba la llegada de mis
regalos, mi abuelo siempre me decía que el mejor premio es compartirlo, no lo
entendía, si es mi regalo tendría que ser para mí, ¿no?
A medida que fue pasando el tiempo, todo iba cambiando…,
como si cada año fuese una nueva vida o algo así. Mi tristeza se iba agotando,
mi infancia había pasado ligera y sin darme cuenta maduré. Es malo madurar y
más si sabes lo feliz que puedes ser siendo un niño, ojala pudiera retroceder
el tiempo y cambiarlo todo. Era una niña muy exigente conmigo misma hablando de
estudios, y siempre quise llegar a ser algo en la vida… todo marchaba bien en
mi vida, dentro de lo que cabe en la vida de un adolescente, hasta que todo dio
un giro y nada volvió a ser lo mismo, nadie podía cambiar nada, porque son
cosas que ocurren así sin más. Siempre he creído que mis padres nunca han
apreciado mis esfuerzos y dedicaciones a un libro, que me comparaban demasiado
con mi hermano reprochándome que él era mejor hijo porque sabía serlo, porque
siempre había sido bueno y porque nunca le había hecho daño a mis padres.
¿Acaso yo se los hice alguna vez? Sería el paso del tiempo también lo que debió
hacerlos cambiar conmigo, nunca me habían tratado así, nunca sentí más el
cariño de mis padres ni mucho menos respeto. Me faltaba el calor de mi familia,
esa con la que me encantaba unirme en momentos especiales. No me entendían, ni
nunca supieron entender que llevaba demasiadas cosas por delante, que me
ahogaba en ocasiones por momentos de presión y que más me hundía no tener unos
padres, porque sinceramente ya no me acuerdo de la sensación que se tiene al
recibir un abrazo de una madre.
Ya no quería pasar las Navidades junto a ellos, solo quería
encerrarme en mi habitación y relajar mi mente. Sin embargo, las pasé, por mi
abuelo, porque era mayor y porque quería que él si sintiese el calor de una
familia. Solo él me sacaba una sonrisa, con esos besos que te da cuando llega o
cuando se va, con sus historias, esas historias en la que te la imaginas como
si la estuvieses viviendo en ese momento porque supone una magnífica conexión
entre un abuelo y un nieto, esas sonrisas que recibía de su parte con tan solo
verme feliz a mí. Tan solo me hacía feliz mirarlo, como con sus manitas temblorosas
partía un trozo de pan, como nos miraba con su carita de alegría al compartir
una cena con nosotros, esas cosas que solo las disfrutas en una parte de la
vida y que ya nunca más las vuelves a disfrutar.
La Navidad de 2011- 2012,
seguía igual con mis padres no les quería mirar a la cara, pero quise ocultarlo
para cuando llegará mi padre con mi abuelo al que esperaba impacientemente con
su regalito de Reyes que se lo daba la noche de Navidad porque no podía ir a
verle en Reyes, estaba segura que le encantaría y que se pondría muy contento
otro año más. Sonó el motor del coche, y al reconocerlo salí a la calle
corriendo para darle un gran beso a mi abuelo con su respectivo regalo
escondido detrás de mí. Miré desde mi patio, antes de abrir la cancela solo ví
a mi padre, de pronto algo muy fuerte sentí en mí, se me saltaron las lágrimas.
Mi padre entra y me mira, no me dice nada solo pasa de mí y entra en la casa.
Caí de rodillas en el suelo, sentí como todo caía sobre mí, el mundo se había
parado y no pensaba ni quería pensar en nada. Me quedé como media hora en la
calle, sentada en el bordillo con muchísimo frío y con una sensación de mal
estar, parecía estar enferma pero no me importaba solo quería que todo volviera
a mi infancia, esa que tanto extraño… Mi hermano con sus ojos empañados y su
rostro apagado vino a por mí, todos los adornos estaban apagados, ya la comida
no estaba en la mesa como la preparé, mis padres estaban a punto de salir.
No quise preguntar lo que pasaba, ya lo
sabía, tal vez si no hubiera madurado no lo hubiese entendido. Ya todo se había
acabado para mí, ya no tenía familia. Dejé mis estudios, y me fui de mi casa,
nunca volvería ni nunca lo hice. Me busqué la vida en la calle, donde a mis
padres no le importaba que estuviera, sobreviví y conseguí llegar a ser algo en
la vida, ahora ayudo a los niños huerfanitos, les doy todos mis juguetes en
honor a mi abuelo que tanto me aconsejaba que lo compartiera y pertenezco a una
organización creada por mí con el nombre “El mejor premio es compartirlo”.
Inmaculada Merino Fernández 3º ESO – A.
Un amigo por Navidad
Hoy
era lunes, pero no un lunes corriente, era el lunes de Nochebuena.
Claudia y su
familia se han mudado a un pueblo pequeño, pero muy encantador, porque su padre
había conseguido un trabajo nuevo. Cuando llegaron a la casa, no es que fuera
muy bonita pero era acogedora. Claudia
subió a soltar las cajas a su habitación y salió a dar una vuelta para ver si
podía hacer amigos. Vio a varios chicos y chicas pero todos eran muy
desagradables con ella. En su anterior pueblo donde vivía tampoco tenía muchos
amigos así que tenía la esperanza de tener alguno en este pueblo. Cuando se
hizo de noche volvió a su a su y se puso a cenar, después cantó algunas
canciones con sus padres para hacer un
poco más bonita, un poco mejor la cena de Nochebuena. Al cabo de una hora subió
a su habitación y se durmió, soñando en que mañana sería un día mejor. Pasaron
los días y Claudia seguía triste, sus padres se dieron cuenta de lo que le pasaba
y aunque no tenían mucho dinero pensaron en comprar un animal que estuviera con
ella y fuera su amigo. El día antes de reyes Claudia salió a la calle, y allí
conoció a una chica llamada Lucía, esta tenía la misma edad que ella y l cabo
de unas horas se hicieron buenas amigas,
las chicas fueron a dar un vuelta, en un camino cerca de donde se
conocieron y Lucía le presentó a varios amigos y Claudia contenta se fue a su
casa. Cenó, vio un poco la televisión y se fue a dormir.
Por
fin era el lunes de reyes y los padres
de Claudia fueron a comprar un erro para Claudia, fueron a la perrera y vieron
un cachorro muy bonito y de color blanco. Claudia salió con sus padres y vieron
las carrozas, después de esto se fueron a su casa y se pusieron a cantar y
bailar junto al árbol de navidad, luego se fueron a dormir. La mañana siguiente Claudia bajó corriendo
las escaleras ilusionada, pero no había
nada en el árbol, ella comprendió que era porque sus padres no tenía mucho
dinero y se fue a preparar el desayuno, de repente los adres de Claudia
aparecen por detrás con un perrito blanco precioso, esta se puso a llorar,
después cogió al perrito en brazos y le dio un abrazo a sus padres. Ese fue el
día más feliz de Claudia, donde conoció a su mejor amigo, Snow
María García Sánchez. 3 ESO B.
La
Navidad de Alín
Alín era un niño de Rumanía, que vivía en España. Él había
inmigrado a España porque en su país había mucha pobreza y su familia no tenía
dinero para alimentarse y vivir bien.
Eran tres hermanos,
Alín había venido con su padre y su madre, sus hermanos se quedaron en Rumanía
con los abuelos. Alín y sus padres tenían muchas ganas de volver a su país para
ver a su familia, estaban trabajando mucho para conseguir el dinero y poder
viajar allí y para reunirse con la familia. Alín faltaba mucho a clase, nunca
decía por qué, pero sus compañeros averiguaron que ayudaba a sus padres
trabajando para poder viajar a su país.
Los compañeros oyeron
que llegaba un concurso del ayuntamiento sobre historias de Navidad, el premio
era una importante cantidad de dinero, y
pensaron que este sería un buen modo para pagar la excursión que tenían
de fin de curso.
Presentaron su
historia, y por fin llegó el día en que dirían los ganadores del concurso.
Todos estaban impacientes porque dijeran los ganadores, había tres premios,
dieron el tercero y el segundo pero no
lo ganaron, así que se desanimaron, pero cuando pensaban que ya no tendrían
posibilidades, alguien dijo sus nombres, habían ganado el primer premio y
subieron al escenario a recogerlo.
Al día siguiente todos
estaban muy contentos y en clase un amigo de Alín, Luís, como estaba cerca la
Navidad, dijo que se le había ocurrido darle el dinero a Alín para ayudarle y
no tener que faltar más a clase. Los compañeros al saber qué le pasaba a Alín
le dijeron que sí, iba a ser un regalo sorpresa.
El día que dieron las
vacaciones de Navidad se lo dieron. Alín llegó a su casa y se lo dijo a sus
padres, todos se pusieron muy contentos.
Por fin iban a poder ir a Rumanía para ver a su familia y pasar
unos días con ellos, y Alín no tuvo que faltar a clase nunca más para ir a
trabajar.
Pasaron las Navidades muy felices y contentos en familia, fueron
las mejores Navidades de Alín y nunca olvidaría lo que sus compañeros hicieron
por él.
ANTONIO ESCAÑO (3º ESO A)
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