De nuevo llegan fechas importantes.
Llegaba la
navidad en París, Francia. Se adornan tiendas, casa, todo se engalana para vivir
la fiesta que une a las familias alrededor de la mesa ese esperado día 25 de
diciembre. El ambiente por las noches es fantásticos con los alumbrados, la
emblemática torre Eiffel y cayendo los primeros copos de nieve. En fin, parece
que esta fiesta solo tiene una cara buena, pero ¿Por qué todo el mundo cree
eso? Pues porque nadie se acuerda de los más necesitados, aquellos que tú vas
viendo escaparates con iPhone, abrigos de pieles y los pasas desapercibidos.
Bueno, pues os voy a contar una historia de una de las personas de este gremio
en particular.
Cristian, se
llamaba el amigo de esta bonita pero un poco dramática historia, él era
huérfano y vivió con muchas familias de acogidas de padres como cencerros para
que nos entendamos, y cumplió la mayoría de edad y se fugó de la casa de dos
ancianos ya de 65 años a los que se dedicaba a cambiarle pañales, intentó
buscar trabajo, la educación que el tubo no fue excelente que digamos aunque
pienso que si hubiera tenido las oportunidades, habría sido un excelente
científico, matemático, o quien sabe… pues fue muy desgraciado en su vida y
acabo pobre como las ratas y en la calle, solo le quedaba la esperanza de que
fuera a ocurrir un milagro, una familia con la que se llevó años lo educo s en
la fe cristiana y desde que vivía en la calle dormía en un parque colindante a
la iglesia de Saint-Sulpice y solía entrar a rezar o se quedaba en la puerta
oyendo a misa. Pues mientras tanto en el cielo dos pequeños querubines eran me
parece a mí ya de las pocas ‘personas’ si así se le pueden llamar que se
preocuparon por él. Los dos querubines vista la situación de Cristian
decidieron decirle a Dios que si podían ayudar a aquel desgraciado hombre, y
Dios accedió a que lo ayudaran y por fin tuviera una prospera vida. Al portón
de cielo llamaron y allí les esperaba san pedro,
-¿Qué se os
ha perdido por aquí a vosotros pequeños querubines?
-la grata
vida de un buen hombre es lo que se nos ha perdido san pedro, a sique Dios nos
ha mandado a la tierra para que se la encontremos.
-bueno pues
si es de parte del, tomad las llaves de cielo que yo aquí estaré guardando el
portón.
Los dos
pequeños querubines hasta la torre Eiffel bajaron y por Notre Dame pasaron
hasta llegar a aquella humilde iglesia en la que él se encontraba.
-bueno ya sé
que hay que darle a este desgraciado hombre, se le da muy bien el dibujo, por
lo que veo en estos papeles que acaba de tirar a la basura, pues tengo
una idea vamos a hacer que multitud de gente vea sus modestos dibujos.
Pintando el
parque teñido de blanco se encontraba Cristian, una y otra vez pinto, pues
esos dos angelitos el viento hicieron nacer y los papeles salieron volando y
todas las personas que salían de la iglesia admiraron sus dibujos, le echaban
tal cantidad de limosnas que se compró todos los utensilios necesarios para
llevar a cabo las obras maestras que eran sus dibujos, la gente le llegaba a
encargar dibujos y fueron cada vez más famosos en todo parís, ahorro y ahorro y
fue comprándose ropa y cumplió su sueño por fin se compró una sencilla casa en la
que tenía su taller y la gente le compraba cuadros y al final consiguió
encontrar su amor gracias aquellos ángeles y formo una familia y ya no pasó
ninguna navidad más en la fría calle, pero nunca dejó de ir a la iglesia.
FIN
Antonio
Ignacio Cruz Colchero. 3 ESO A
·
Una historia de Navidad ·
Esta es la historia de Don Alberto, un anciano que
residía en un asilo de lujo. Fue un abogado de prestigio, vivía en un
estatus alto, con buenos contactos, amistades de buen nivel y económicamente
bien situado.
Pero las circunstancias hicieron que su
vida se le truncara. A la vez que pasaban los años, perdió a un hijo en un
accidente de tráfico y su mujer murió de una gran enfermedad. A raíz de estos
sucesos, le sucedió una enorme depresión y, solo y viejo, tan solo pensaba en
la muerte.
Al llegar la navidad se dio cuenta de que hay cosas
que se pueden hacer en la vida por los demás que también te pueden te pueden
alegrar a ti mismo, cómo ayudar a los desvalidos, apoyar a los demás o cosas
tan simples como regalar una sonrisa, cosas que no valen apenas nada pero que son de gran valor para el que
lo recibe.
La Navidad es una fecha muy importante para darse
cuenta de que aunque creas que el mundo se te viene encima, hay gente que
realmente están mucho peor que tú, a las que debemos ayudar. Hay un dicho que
dice es más feliz el que da, que le que recibe.
Y a partir de aquella Navidad dedicó sus últimos
años a los demás y olvidó sus problemas y sus penas, porque pensándolo bien no
adelantamos nada lamentándonos.
Lucía Naranjo (3º ESO A)
LA NAVIDAD
Érase una vez un pueblecito muy lejano,
en el que había una familia muy pobre que se dio cuenta de que llegaban las
navidades y apenas tenían dinero para decorar su casa. Los niños estaban
preocupados porque pensaban que si su casa no estaba decorada, ni Papá Noel, ni
los Reyes Magos, se darían cuenta de ellos y no traerían ni regalos ni paz a su
hogar. Tan sólo tenían un árbol sin adornos.
Un domingo por la tarde los dos hermanos, Pablo y Lucía, decidieron revisar el
sótano para ver si encontraban adornos para poner a su árbol. Sacaron un montón
de cajas y solo encontraron un álbum con fotos de la familia y cosas viejas de
los abuelos que ya no se usaban. Intentando colocar todo de nuevo Lucía
encontró una bolsa amarilla que no habían revisado y su sorpresa fue que cuando
vieron doce bolas rojas de navidad.
Estaban superansiosos por colocarlas en el árbol. Los dos niños se pusieron muy contentos y subieron las escaleras de la casa corriendo para enseñárselas a sus padres.
Estaban superansiosos por colocarlas en el árbol. Los dos niños se pusieron muy contentos y subieron las escaleras de la casa corriendo para enseñárselas a sus padres.
Ellos sonrientes, les dieron permiso para decorar el árbol, mientras
su madre decidió hacer un bizcocho de chocolate para merendar.
Los niños lavaron las brillantes bolas y las frotaron para quitar el polvo.
Después se quedaron mirando al árbol para encontrar las mejores posiciones para
cada una de ellas. Sin embargo, cuando las colocaron, su ilusión se vino abajo.
Cuando llegaron sus padres les preguntaron extrañados:
- Niños, estáis serios ¿Qué ha pasado? – Preguntó el padre-.
- Nada papá, es que aunque las bolas estén colocadas, el árbol es muy grande y
solo así queda feo.
– Le respondió Pablo-.
- ¿Sabéis qué podemos hacer? – dijo sonriente el padre-. Pintar postales de
colores y colgarlas en el árbol.
- ¡Qué buena idea papá! – Respondió Lucía entusiasmada-.
La familia merendó tranquilamente y después se pusieron a pintar postales que
les quedaron muy bonitas. Las colgaron juntos y sonrieron al ver el árbol
porque ya no se veía tan feo.
El día de Navidad los niños se levantaron corriendo de la cama y gritaron
cuando vieron que su árbol estaba lleno de regalos.
- ¡Mamá, Papá, mirad cuantos regalos, y hay una carta encima de uno de ellos! –
gritó Pablo.
- Cógela hijo y léenos qué pone – dijo su madre que bajaba por las escaleras a
toda prisa-.
Cuando Lucía y Pablo abrieron el sobre se encontraron con esta nota y se
sintieron muy felices: “la familia es el mejor regalo que uno
puede tener, disfrutadla. Feliz Navidad, Papa Noel.”
Adrián Rodríguez Monsalves (3º ESO A)
Los sueños siempre se hacen realidad
Una vez
en un cortijo muy lejano, vivía una familia muy pobre. La niña se llamaba Ana y
el niño se llamaba Luis. Ellos como vivían a las afueras del pueblo no tenían
muchos amigos. Los dos hermanos se pasaban el día y la noche juntos porque sus
padres así se lo habían enseñado. En el colegio sus compañeros de clase se
reían de ellos e incluso los ridiculizaban porque lo veían mal vestidos.
Cómo se
acercaba la navidad la maestra propuso a sus alumnos hacer una pequeña fiesta
para recibir a los reyes magos. Cada uno tenía que llevar algo para celebrar
esta fiesta, pero ellos se pusieron muy tristes ya que para ellos era imposible
pues sus padres no podían comprarle nada, así que decidieron no asistir al
colegio ese día. Sus compañeros empezaron, a burlarse de ellos y les decían:
¡sois
pobres, sois pobres, así que no vendréis a nuestra fiesta! Cuando regresaron al
cortijo ellos se lo contaron a sus padres, entonces su madre les contó un
cuento sobre la magia de la navidad.
Aquella
noche Luis y Ana se durmieron pensando en que aquel cuento que su madre le
había contado se haría realidad.
Cuando
por la mañana se levantaron, desayunaron y se fueron para el colegio, ¡era el
día de la fiesta!, la fiesta de la navidad, donde según el cuento de su mamá
donde todos los sueños de los niños se hacen realidad, donde nada es imposible,
donde todo está lleno de bondad, unidad, felicidad e igualdad.
Y así
fue, Ana y Luis pudieron disfrutar de la fiesta como el resto de sus
compañeros, pudieron lucir sus disfraces, comer de todo lo que había e incluso
sus mismos compañeros le pidieron perdón por todo el daño que le había estado
causando al burlarse y alejarse de ellos. La profesora felicitó a sus alumnos
por sus comportamientos y a partir de ese día, Luis y Ana, fueron felices
porque gracias a todo lo
que la señorita había hablado con sus compañeros les habían servido para
reconocer el verdadero significado de la Navidad.
Ana y
Luis este año en su carta a los reyes magos, solo le daba las gracias porque
sus compañeros les quería y reconocieron sus malos comportamientos.
Juan Aranda (3º ESO)
No hay comentarios:
Publicar un comentario