Persikkas
Nunca
me imaginé que un viaje pudiera trastornarme de esta manera. Ahora no puedo imaginarme un mejor
lugar que este. Cuando subo al avión no puedo apartar de mi mente todos esos recuerdos
que me unen a esta ciudad, que ha sido mi hogar durante últimos 5 años.
Recuerdo como comenzó todo, aquel 3 de diciembre cuando después
de estar desde los 4 años en la academia de danza mi profesor me dijo que la
danza clásica no era lo mío, después de eso decidí apuntarme a la Academia de
bailes exóticos y ahí descubrí mi verdadera pasión.
A los 18 años decidí emprender un viaje a Bali, una isla
situada en el Océano Índico.
Al salir del aeropuerto me dirigí hacía el autobús que me
llevaría hacia el hotel. Dentro saqué mi teléfono móvil y busqué la dirección.
-¡Esperé señor! Pare el autobús, por favor- se oyó una voz
masculina. El autobús paró para que este pudiera subir-.Gracias.
Aparté la vista de mi móvil para encontrarme con la suya, aquel
chico acababa de subir al autobús. Unos maravillosos ojos marrones me envolvían
de una manera tan intensa que por poco no se me corta la respiración. Su piel
bronceada y su cabello oscuro y rizado hacían que aquel chico captara toda mi
atención.
El autobús llegó a mi parada, en Kuta bajé intentando hacer
hueco entre la muchedumbre que había. Por suerte no tuve que andar mucho entre
aquellas calles llena de gente ya que el hotel estaba a poco más de diez
minutos.
–Buenas
noches, señorita bienvenida -dijo la recepcionista en cuanto entré en el hotel-.
-Buenas noches, soy Anya Kokorin, ¿me podría indicar mi habitación?-pregunté
-Tercera planta, primer pasillo a la derecha- me dijo mientras
me tendía una llave en la que estaba grabado el número 314.
Cogí la llave y me alejé dispuesta a coger el ascensor.
-¡Señorita! – dijo la recepcionista captando de nuevo mi
atención – No olvide que esta noche en la cena habrá una actuación.
***
Una leve brisa acarició suavemente mi rostro, haciendo que mis
ojos se abrieran para localizar de donde venía ese viento.
La ventana estaba abierta,
así que me levanté a cerrarla.
Al darme la vuelta miré el reloj de pared que marcaba las nueve
menos cuarto. ¡Llegaba tarde a la cena!
Bajé corriendo las escaleras y me dirigí al restaurante del
hotel.
En cuanto crucé la puerta, mi cuerpo quedó inmovilizado al
escuchar una música que nunca antes había oído.
Abriéndome paso entre la multitud, conseguí llegar al escenario.
Alcé la vista y mis ojos se encontraron con los de un chico que tocaba
alegremente una especie de bombo.
***
Después de una entretenida noche, decidí volver a mi habitación.
Una vez delante de la puerta, rebusqué en mi bolso buscando la
llave. ¡Oh, no! Me la había dejado en la habitación, fui
corriendo a la recepción para conseguir una nueva llave, pero cuando llegué la
recepcionista no estaba.
Estaba desconsolada. Ahora, ¿cómo entraría en mi cuarto?
Pulsé algo decepcionada el botón del ascensor.
En cuanto las puertas se abrieron, me adentré en el ascensor sin
esperar a que nadie saliese.
Inmersa en mis pensamientos, no me di cuenta del pisotón que le
di a un chico en el pie. Este soltó lo que llevaba en las manos y caminó hacia
mi enfadado.
Cuando estaba a punto de decirme algo, las puertas del ascensor
se cerraron provocando un leve ruido.
El chico se giró rápidamente, pero ya era tarde. El ascensor se
había cerrado con sus cosas dentro.
-¡Mira lo que has conseguido! – dijo señalando el ascensor.
Ambos subimos planta por planta hasta llegar a la azotea en
busca de sus pertenencias. Pero no hubo suerte.
Sin ánimos, se sentó en el suelo. Yo, intentando consolarlo, me
senté junto a él y le dije:
-Bueno, al menos no eres el único que ha tenido problemas hoy –
le dije amablemente. Él me miró extrañado -.Verás, me he dejado las llaves
dentro de la habitación y la recepcionista ya se ha marchado. Y bueno, ahora no
sé dónde voy a dormir esta noche.
-Si quieres puedes quedarte en mi habitación. Hay dos camas y mi
compañero esta noche no viene a dormir.
Acepté su propuesta encantada. Aunque la verdad es que me
sorprendió bastante que después de lo ocurrido con sus cosas, se ofreciera a
ayudarme. Eso demostraba que era muy buena persona.
Se levantó del suelo y me tendió la mano para que yo pudiese
imitarlo.
Una vez de pie me fijé en sus manos que estaban poco magulladas.
Alcé mi vista y de nuevo me encontré con su mirada, sus negros rizos le caían
por la frente. Sin pensar lo que estaba haciendo le aparté el pelo suavemente.
Me agarró de la muñeca y me dijo:
-Es tarde, vayamos a la habitación.
Una vez allí y para nuestra sorpresa, en la puerta se
encontraban sus pertenencias: el bombo que vi en el escenario del restaurante.
Entonces me fijé, el chico era el mismo que tocó en el
restaurante y el que horas antes, casi pierde el autobús.
Abrió la puerta y pasamos a una habitación grande con las
paredes blancas, dos camas separadas con sábanas burdeos y un sillón del mismo
color junto a una ventana a un par de metros de la puerta.
-Aún no nos hemos presentado. Soy Kuwat.
-Encantada, yo soy Anya .
-Bonito nombre – dijo mostrándome su maravillosa sonrisa.
Tras conversar un largo tiempo hablamos un poco de todo, incluso
me dijo como se llamaba su peculiar instrumento: Djembe.
Cuando apagamos la luz, no conseguía quedarme dormida, ya que el
frío me lo impedía. Entonces sentí como Kuwat se levantaba y me arropaba con su
manta. Y por fin pude dormir bien.
Y así fue mi primer día en Kuta, esa ciudad que aunque muchos la
critiquen, a mi me conquistó.
Tras varios años juntos, Kuwat se marchó a la capital para
continuar con su carrera musical. Mantuvimos el contacto, pero ya no era lo
mismo. Por eso decidí marcharme. Y aquí me encuentro ahora.
Miro hacia atrás por última vez y con un gran vacío en mí, subo
al avión. Una vez en mi asiento, me
dedico a mirar por la ventanilla. Todo me recuerda a él. A él y a los momentos
que vivimos juntos.
-Perdone señorita – dice una voz masculina sacándome de mis
pensamientos - ¿Este asiento está ocupado?
Alzo la vista para mirarlo. El corazón se me acelera y las
lágrimas comienzan a brotar de mis ojos. Si esto fuera un sueño, no quiero que
acabe nunca. ¡Es Kuwat!
Nos abrazamos y apoyo mi cabeza sobre su pecho. Al apartarnos él
me mira a los ojos mientras retira las lágrimas de mis mejillas.
Vuelve a abrazarme y me susurra al oído:
-Te quiero, Anya.
Los dos nos queremos y estamos listos para comenzar una nueva
vida. Juntos.
Persikkas
No se necesitan motivos para vivir aventuras mágicas.
En este caso, Mª José Medina y Emma Vázquez nos regalan un viaje a Bali, totalmente gratis y
con el único efecto secundario de disfrutar.
¡¡¡GRACIAS!!!